Relación entre rendimiento académico y salud mental: más allá del “se esfuerza poco”
- Guillermo Remacha Martín

- hace 4 días
- 3 Min. de lectura

El rendimiento académico suele interpretarse como un reflejo directo del esfuerzo o de las capacidades del alumnado. Sin embargo, la evidencia indica que la salud mental es un factor decisivo. Ansiedad, estrés, baja autoestima, dificultades emocionales o situaciones familiares complejas pueden afectar al desempeño escolar mucho más que la motivación o la fuerza de voluntad.
Mirar más allá del “esfuerzo” permite acompañar de forma más respetuosa e informada a niñas, niños y adolescentes, evitando etiquetas injustas y atendiendo a lo que realmente necesitan para aprender.
Cómo afecta la salud mental al aprendizaje
1. Dificultades de concentración y memoria
Cuando un/a menor convive con ansiedad, preocupación constante o tristeza, es frecuente observar problemas de atención, olvidos y menor capacidad para organizar información. El cerebro emocional consume recursos que el cerebro racional necesita para aprender.
2. Pérdida de motivación y energía
El malestar sostenido puede generar desmotivación, cansancio y sensación de incapacidad. No es falta de ganas: es agotamiento emocional.
3. Miedo al error y bloqueo
Algunas personas jóvenes se esfuerzan muchísimo, pero temen tanto equivocarse que se bloquean en exámenes, tareas nuevas o situaciones de evaluación. Desde fuera puede parecer dejadez; pero por dentro se vive como ansiedad académica.
4. Impacto de la autoestima
Cuando el alumnado cree que “no vale”, “no es capaz” o “no da la talla”, su rendimiento baja incluso teniendo habilidades suficientes. La autoeficacia percibida es fundamental en el aprendizaje.
Más allá del esfuerzo: factores invisibles que influyen
Entorno familiar y emocional
Cambios, conflictos, duelos, separaciones o tensiones en casa repercuten directamente en el rendimiento. No solo influye lo que pasa en el colegio; también lo que ocurre antes y después de llegar a clase.
Expectativas y presión
Una presión excesiva puede generar rechazo escolar, ansiedad y perfeccionismo rígido. A veces, pedir menos favorece más aprendizaje.
Relación con el profesorado
Un equipo docente que acompaña, valida y estructura puede marcar una diferencia enorme. La relación educativa es también un factor protector.
Neurodivergencias no detectadas
TDAH, dificultades específicas del aprendizaje, alta sensibilidad o desregulación emocional pueden pasar desapercibidas durante años y confundirse con falta de esfuerzo.
Señales de alerta que pueden confundirse con “no se esfuerza”
Olvidos constantes o tareas incompletas.
Lentitud inusual para empezar o terminar actividades.
Bloqueos en exámenes o evaluaciones.
Cambios bruscos en el rendimiento.
Evitación escolar.
Problemas de sueño o irritabilidad.
Comentarios autodevaluativos (“soy incapaz”, “no puedo”).
Estas señales suelen indicar malestar emocional o dificultades internas, no falta de voluntad.
Cómo acompañar sin reducirlo todo al esfuerzo
1. Validar primero, acompañar después
“Entiendo que te está costando; vamos a ver qué necesitas.”
2. Priorizar el bienestar emocional
Un entorno seguro favorece el aprendizaje. La tranquilidad no es un lujo: es un requisito.
3. Crear rutinas realistas y sostenibles
Mejor poco y constante que mucho y abrumador.
4. Dividir tareas grandes en pasos pequeños
Reduce la sensación de amenaza y el bloqueo.
5. Coordinación entre familia, escuela y profesionales
Cuando las personas adultas responsables comparten información y estrategias, el acompañamiento es más sólido.
Un enfoque más humano para comprender el rendimiento
Acompañar a la infancia y la adolescencia implica mirar más allá de la superficie. Lo que parece desinterés puede ser miedo, cansancio o dolor. Al comprender esta realidad, dejamos de culpar y empezamos a sostener.
La pregunta deja de ser “¿por qué no se esfuerza?” para convertirse en “qué necesita para poder aprender”.
Y si a pesar del acompañamiento cotidiano las dificultades persisten, buscar apoyo profesional no es un último recurso, sino una forma de cuidar y ofrecer a cada niña, niño o adolescente el espacio que necesita para crecer y aprender con seguridad.
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